Nunca me gustaron los espejos. En realidad, nunca me ha gustado el reflejo que éste me devuelve. Un tema que he meditado y reflexionado tanto que ya me canso a mí misma. Mi parte racional, la mujer inteligente que soy y sé de ser, le daría un cachetazo al mejor estilo novela mexicana, a esa otra yo insegura y con poquísima autoestima.
Sin embargo, sí hay algo que siempre me ha gustado de mí: mis ojos. Pequeños. Profundos. Oscuros. Casi negros, como una noche sin luna; como un pozo sin fondo.
Entonces sí, me detengo frente al espejo y me miro. La miro. Y pienso.
¿Cómo es posible que no lo vean? ¿Que no se den cuenta?
Y es que no, no me conocen. Creen hacerlo. Pero sólo ven la superficie. Se detienen en mi boca y sus sonrisas; esas que me dan un aire despreocupado, como si nada me aquejara o me tocara. Confunden ciertos gestos, formas de pensar o enfrentar la vida, con ingenuidad de parte mía. No falta quien sólo vea esas curvas que no son las de mis sonrisas justamente. E imaginan con ellas, en ellas, cosas que nunca ocurrirán.
Porque no, no me conocen. Porque no ven lo otro. No ven la oscuridad. No ven la fuerte racionalidad que siempre acompaña cada una de mis acciones. No ven la fríaldad de la que puedo ser capaz. Porque como quien entra en una librería y se deja conquistar de un libro por su tapa y no logra leer entre líneas, mucho menos comprender esas letras que se tienen delante; se detienen en mi superficie.
Por eso no, no me conocen. Y entonces llega lo obvio... me subestiman. Y eso, aunque suene muy contradictorio, me encanta.


Entre cierro mis ojos y sonrío. Porque yo sí me conozco... los conozco.

(Pensamientos en una madrugada con insomnio...)
Tuve un sueño. El de un lugar donde no sentirme inadecuada. Uno en el que no debía dejar de ser para ser plenamente yo. Donde no me sentía constantemente en lucha conmigo misma y los únicos dos dedos eran de frente.

Tuve un sueño y me vi rodeada de mar. Un agua tan cristalina y turquesa como nunca había visto.

Tuve un sueño. De mar y arenas blancas. De desiertos rojos al atardecer.

Tuve un sueño y fui tan plenamente feliz de no querer despertar de él.
No lo logro.
No puedo pensarte y no llorar.
Lágrimas por no poderme explicar porqué; por pensar una y mil veces a lo que te quedó, nos quedó pendiente; a todos los "y si hubiera...". Lágrimas que son como gotas de memoria cruzándome la cara
Es verdad que la vida sigue; que sonrío y deseo que lo hagan todos los demás que tanto quiero... pero si pienso... aún me enojo al no encontrar las razones. Porque sí, si pronuncio tu nombre, admito que me entra una rabia... me enfado con la vida, con el dios de algún otro, con aquello que algunos llaman destino. Y no sé si algún día encontraré estas razones, no sé si ellas me bastarán, no sé si podré perdonar tu prematura partida.
Hoy te pienso como siempre, más que nunca.
Hoy la memoria me juega una mala pasada.
Hoy me vuelvo a abrazar a tu recuerdo.
Hoy te sigo amando como el primer día.

(16/11/1992 -Marina- 09/01/2019)
Ya 26.
A veces pienso qué hubiese sido de mi vida de no tomar aquella decisión. Tal vez cuando terminaba de estudiar, me hubiese ido a vivir sola. Tal vez cerca del mar. Tal vez me hubiese inscripto a la universidad y después de algunos años, tal vez me hubiese recibido de ¿abogada o profesora de literatura? ...tal vez me hubiese decidido escuchando lo que me decían las olas. Tal vez hubiese tenido muchos amores y no me hubiese comprometido en definitiva con ninguno. Tal vez después de trabajar me dedicaría a caminar por la playa como tanto soñaba, y no esperaría a unos días de vacaciones para ver como el sol besa al océano. Y quién sabe, tal vez tendría una vida feliz y serena.
Pero yo ese día te elegí. Te seguí eligiendo en todos esos nueve meses en los que te esperé. Y me bastó tenerte en brazos después de esas diez interminables horas, para saber que había sido la mejor elección de mi vida.
Hoy, veintiseis años más tarde, miro hacia atrás y puedo decir que no hubo un sólo instante en el que me haya arrepentido de mi decisión. Vos sos mi mayor orgullo; el nombre que sin dudas tiene el amor infinito; todo aquello que no puedo explicar con palabras y que, cuando lo intento, invariablemente la emoción me llena el alma.
Por eso te digo que no sé qué hubiese sido de mi vida si no te hubiese elegido; pero lo que sí sé es cómo es mi vida con vos... plena y completa, digna de llamarla así.
Vos, mi vida...


...feliz cumpleaños!
¿Cuándo es que se hace balance? ¿Cuándo "se tiran las sumas", como dicen acá?

Yo no sé si quiero hacerlo. O tal vez lo hago todo el tiempo, a cada paso que doy, a cada golpe que recibo, a cada caricia que me hacen. Y es por eso que no necesito hacer un repaso para saber que éste es el peor año que jamás recuerde.

De todos modos, elijo seguir rescatando lo bueno, aunque sea poco. Y que ese poco siempre valga la pena; que siempre deje a todo el resto en sombra. Elijo seguir teniendo el coraje de desear, porque quiero hacerlo. Quiero seguir apostando a lo bueno. Quiero seguir creyendo que es posible. Porque, como decía Alterio en aquella película: quiero sentirme completamente viva, antes de estar definitivamente muerta.

Tampoco tengo ganas de hacer alguna lista de propósitos para este año, aquella del año pasado la he tenido que modificar tanto que hubiera sido mejor tirarla dentro la estufa de leña y empezar de nuevo. Pero hace unas semanas, cuando leía a Guille y su lista de motivos para no desfallecer, pensé: ¿por qué no? ...no digo 'objetivos' para cumplir en un año, en un tiempo determinado; sino razones para seguir adelante, y estas son las mías...

...saber encontrar lo que me provoca una sonrisa;
no dejar de sentir que me tiembla el suelo, que me quema la piel;
poder oír esa voz que me calma y que me exalta en igual medida;
encontrar el sentido a las palabras pero más a los silencios;
estar siempre a tiempo para un café, una taza de té, una charla compartida.

Y todas esas que no sé expresar pero que están, que existen, que se conjugan en vos y yo, en nosotros.