"Las mujeres son consideradas frágiles,
pero nunca he visto algo tan fácil de herir como el ego de un hombre."
(Lo leí por ahí)


A veces me canso. Tanto, que daría un portazo y saldría corriendo para no sé dónde y sin siquiera mirar atrás.
Yo soy complicada; una "jodida"; una que le da muchas vueltas a las cosas que se le dicen, a los gestos que recibe. Una que se vive haciendo preguntas, que se cuestiona en continuación, que reflexiona en 0.1 segundos lo que debe o desea hacer. Una que se cansó de justificarse, de explicarse. Pero soy lógica, lineal. Por eso pido lo mismo, exijo lo mismo que ofrezco, que estoy dispuesta a dar. No quiero que nadie me venga con esa mierda de que él sí y yo no, que porque él es él y no yo. Tampoco deseo que nadie haga dos pasos adelante y tres atrás, haciéndome creer que -finalmente- me han entendido. Me importa un carajo lo que cada uno haga, siempre y cuando se admita que tengo los mismos derechos.
A veces me canso. Me canso de escucharme decir que si busco mi espacio, mi tiempo a solas, es porque no me interesa, porque no me importa nada. Que si respondo a una crítica de desaprobación, es porque estoy enloqueciendo, porque debo estar en crisis. Que si expreso cómo lo siento y pienso sobre determinados temas, es porque estoy buscando excusas, algún tipo de coartada. Estoy definitivamente exhausta que se confunda amor con posesión, con deseo, con ganas, o con cualquier otra cosa que quite individualidad y libertad.
Para mí no hay incoherencia entre "amar" y "no me muero sin ti". Yo amo... y por nada de este loco y puto mundo quisiera que quien amo muera, ni por mí, ni por nadie, ni por nada. Todo lo contrario. Que vivan plenamente. Que disfruten con todos los sentidos e inventen otros. Y, si esto, si pensarla así, es estar loca... pues sí, estoy como una puta cabra.
Pero es esta la Loca que rige y decide su propia vida.
Es ésta la Puta Cabra dueña de su destino y que, si aún está donde está, es porque así lo ha elegido, no porque no tenga más opción.
Piénsalo.

(Desahogos callados de una voz que se cansó de gritar...)
Me echo sobre la cama, no porque esté cansada, sino para disfrutar en silencio de que me llegues tan claro. Como este viento que entra por la ventana, un aire a primavera que no sabe de otra cosa que de renaceres. Y, entre uno y otro sorbo de té, viajo... voy a esa ciudad y me siento al bar de aquella esquina. Esa canción de fondo... cierro los ojos pero no logro recordar su título... pero la tarareo mientras mis uñas recorren ese borde, ese límite ficticio entre un dentro y fuera. Entonces mi mente vuela, inevitablemente... y sonrío.



(...recordé la canción...♫♪♫)


Son días "particulares"... y este concepto italiano para definir lo que se nos hace difícil hacerlo, hace que sonría mientras escribo.

Ha pasado el "Día de la Mujer" y continuo a pensar que nunca me acostumbraré a esto de un "día" para celebrar, homenajear, valorar a alguien. Obviamente recibí las imágenes por whatsapp de siempre, con las flores y las felicitaciones... algunas de esas frases hechas y que más pasan los años, más lejanas siento. Y sé que no me haré querer, pero me niego, me niego a festejar un día, y todos los demás como si nada. Me niego a ponerme en la posición que tanto se dice detestar. No me pondré del lado que estoy criticando, nada justifica la violencia hacia el otro, por más que el otro sea "hombre". Pienso a esa cita de Nietzsche:
"Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo."
Y también llegó la noche y el lunes... y el caos y el miedo.

Entonces lo ví, lo miré a los ojos. Ví a ese hombre, al macho, al 'enemigo' según algunas, y lo ví asustado... pero no por él, sino por sus mujeres, por no poder ser pilar y sostén, por ser justamente él, el anillo débil de esta cadena... y tomé su mano y sonreí. No creo en unas contra otros. Ni lo quiero. Deseo un juntos. Sin tener que prevalecer, sin imposiciones ni supremacías de ningún tipo.

Y aunque no sea de modernas feministas, hice como mi abuela, que aún llevando falda era quien llevaba los pantalones... levanté la cabeza, enderecé mis hombros, me sujeté el pelo y el delantal a mi cintura y me dispuse a cocinar la receta que nunca falla... serenidad, lo que deba pasar, sucederá. Ni vencedores ni vencidos, porque si pierden, perdemos todas; si ganamos, lo haremos solamente todos juntos.


(Reflexiones, tal vez algo confusas, en una tarde cualquiera...)


Llueve... otra vez.
Esta lluvia es tan inconstante como mi ánimo.
Y mi cabeza, mi maldita cabeza.
Me pregunto cuánto de cierto hay en las palabras de Sabina
"...♫ No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió ♫..."
aunque tampoco es verdad,
no me lo pregunto porque lo sé.
Una certeza que llega, implacable
y quema, quema por dentro.

La certeza que no es nostalgia
ni añoranza mucho menos.
Y ese otro nombre yo lo sé,
lo conozco demasiado bien...

...me quedo mirando cómo llueve
porque me gusta la lluvia
y, mientras la escucho caer,
(mi) Alma se calma
y sigo escuchando,
cantando
y sonriendo,
sobre todo, sonriendo.