Noche y no tengo sueño.
Quisiera escribir[te] pero ¿para decir[te] qué?
Tal vez hablar[te] de días que no viví(mos),
de noches que como en ésta no dormí(mos),
de risas que no oí(mos)
ni miradas que no ví(mos)...
...y de todo lo que sí sentí(mos).
Quisiera decir[te] te quiero, una vez más.
Y lo hago pero en silencio,
sólo yo me escucho...

Está bien así.
Porque [te] echo de menos
a la idea que tenía,
a esos instantes que se (me) quedaron grabados.
Pongo música...
...y la playlist decide iniciar con él.
Sonrío...

"...♫ ...tú que me has enseñado
sabes mejor que yo
que hasta los huesos
sólo calan los besos que no has dado... ♫..."




¿Cuánto (me) cuesta mostrar vulnerabilidad?
Tanto... tal vez demasiado;
tan acostumbrada a ser (la) fuerte que a veces temo confundirlo con orgullo,
porque cuando he abierto la coraza me han herido.
Y me convierto en juez y verdugo
de mí misma...
me condeno sin derecho a defensa
convenciéndome que debo estar mal hecha.
Me rompo pero sigo...
me coloco una sonrisa que evita preguntas.
No pido. Nada.
Porque... ¿y si no pudieses dármelo? o peor, ¿no quisieras?

Y entonces llegas
sin decir(me) nada
y simplemente... me abrazas.


Y soy... duermo contigo y soy.
Sigo pensando
¿cómo escribir si la musa ya duerme contigo?
¿para qué?

Y no puedo responder
o la respuesta sea sólo este silencio que me rodea.
Entonces me lleno de recuerdos,
de ecos que no son sueños.
Y me duermo
simplemente me duermo.


Siempre me han gustado las cosas claras y el chocolate espeso.
Saber qué tierra tocan mis pies
y para dónde sopla el viento,
condiciones imprescindibles para tomar vuelo.
No me gusta pedir... nada
porque, como dicen por ahí,
si tengo que pedir, ya no lo quiero.
Me gustan como suenan las palabras
pero entiendo más de silencios,
suelen ser preci[o]sos.
Y, equivocada o menos,
sigo eligiendo soñar...
a ojos bien abiertos
y con la sonrisa puesta.
Déjame...


¿Café?