Él

"(...) Yo no puedo dividir el corazón del cerebro. Cuando un hombre me gusta, me gusta con el corazón pero al mismo tiempo lo juzgo con el cerebro, me pregunto si vale algo. En fin: yo no puedo, no podría jamás enamorarme de un cretino. (...)"
(Palabras de Ingrid Bergnam en una entrevista hecha por Oriana Fallaci publicada en el libro "Gli antipatici" en 1963)

Siempre creí en la unidad del ser. En el mejor de los casos, en el equilibrio de lo que compone un individuo, es decir, entre el corazón, la razón y el alma. Por ello también hago la diferencia entre sentirse atraída y enamorarse... me puedo sentir atraída por una voz o por el magnetismo de una mirada; podría sentirlo por las ideas que tiene el otro o la forma de expresarse; también podría ser por su carácter, por sus actitudes o la manera que tiene de "moverse" en el mundo... y así muchos otros aspectos. Pero cuando todo estos "puntos" se juntan, coinciden, yo hablo de enamoramiento que es el principio del amor.

De él me atrajo la mirada de sus ojos color miel; la boca y el modo que tenía de decir las cosas; las ideas, los proyectos, los razonamientos, y la forma que tenía de expresarlos; la manera de moverse y comportarse conmigo y con el resto... y de todo y cada detalle, me enamoré. El tiempo transcurrió y aquello se transformó en amor.

Amo sus ojos, los que se encienden de entusiasmo cuando algo le gusta; los que se nublan cuando las cosas no salen cómo esperaba... los que me dicen tanto con una sola mirada.
Amo su boca, la que se llena de palabras para expresar todo lo que piensa y siente; la que se cierra cuando cree que la mejor opción es el silencio... la que me besa, la que me habla, la que (me) calla.
Amo sus manos, las que dan con generosidad; las que crean con pasión; las que se cierran a puño cuando la rabia inunda las venas... las que me recorren ya a memoria y no se cansan de hacerlo.
Amo su espalda, la que nunca se ha doblegado... en la que me he podido apoyar cuando no podía más.
Amo sus hombros, los que muchas veces han parecido llevar el peso del mundo... en los que siempre he podido contar para estar junto a los míos.
Amo sus brazos, los que se abren al recibir; los que se cierran para convertirse en refugio... los que me son abrigo y puerto seguro.
Amo sus piernas, las dos columnas portantes de su ser; las que terminan en sus pies... las que hacen los pasos junto a mí en ese camino que hace muchos años hemos decidido recorrer.

Las atracciones pasan, el amor es para siempre. Él lo es.

Y porque soy muy mía, puedo decir sin duda alguna, que soy por siempre Tuya.
Feliz cumpleaños, Amor.