"Extendía las alas cuando quería y andaba siempre con una sonrisa.
No le daba miedo dejar ir.
Sus manos ahora estaban siempre llenas,
ya conocía a la perfección que andar sin equipaje no era tan malo,
y que amar a diario era la mejor medicina.
Volvía los suspiros en viento y mis otoños en primavera.
Conocía el misterio del tiempo
y sus labios transformaban los segundos en eternidad.
No era el hombre perfecto,
pero eso lo hacía humano,
eso lo hacía sensible y mejor."
(M. Sierra Villanueva)


De perfecto, nada.
Al contrario, tanto él como yo podemos enumerar los defectos sin equivocar siquiera uno.
Y es justamente eso que hace de él, Él... único.
Él me abraza por la espalda no cuando llevo los jeans ajustados,
el cabello suelto y el perfume costoso que me ha regalado...
no, Él lo hace cuando cocino luego de un día de trabajo,
mientras tengo mi cabello recogido y mis manos tienen el aroma de las especias.
Él me sujeta con fuerza, sin dejarme ir, como si sostuviese todos mis fragmentos,
no cuando se lo pido, sino cuando más lo rechazo, cuando más lo alejo...
Porque de otra manera sería fácil, algo que cualquiera podría hacer.
Porque querer cuando las circunstancias son favorables,
las condiciones son bellas, es eso: querer... desear...
Lo otro, pues lo otro es lo que vale,
lo importante...
lo otro es amar.